sábado, 18 de abril de 2009

CHINOS





Desde que lo abrieron este invierno, somos clientes asiduos de un restaurante de comida asiática que hay cerca de casa. La comida es buenísima, el precio también y el dueño -chino- es un hombre encantador. En nuestra primera visita al local, ya aguantó con paciencia y educación exquisitas mi perorata incontenible: que teníamos un hijo en China, en la provincia norteña de Liaoning, y que en cuanto nos dijeran, iriamos a buscarlo....que tenía tres años, que era guapísimo -y saqué yo mi foto del bolso, para que no hubiera dudas-, y que estábamos locos de contentos.
A partir de ese día, se fraguó una relación especial y en cada nueva visita nos preguntaba como iban las cosas o si teniamos nuevas noticias tuyas.
A los pocos días de regresar de China contigo, fuimos a comer allí con los abuelos para que te conocieran.....¡¡¡¡que flechazo, hijo!!!!....Igual que en tu país, las camareras embobadas y tu, muy pichi, pidiendo en mandarín pollo y tallarines, entrando en la cocina como perico por su casa o tumbándote en el suelo para jugar con tus cochecitos.
El último día fuimos ocho: aparte de nosotros, la abuela Blanca, los tíos Gabriel y Bárbara y mi amiga Maite -que también es tu tía-. Hacía un día espléndido y no había mesas libres en la terraza. A mi me gusta el sol mas que a los lagartos y le pedí al buen hombre que nos hiciera un hueco en cualquier sitio. Total, que nos instaló una mesa en la acera de la puerta principal. Ese día tu hermana y tu os cubristeis de gloria: arrancasteis flores de las jardineras, dejasteis el suelo llenito de serpentinas de esas que salen de un spray, tocasteis el pito hasta dejarnos sordos, rompisteis -siguiendo vuestra costumbre- un par de copas, empapasteis el mantel con Fanta......Los mayores estábamos muertos de la vergüenza, para variar.
En mitad del caos, ese chino de exquisitos modales me llamó: ¿se podría acercar un momento, por favor?...Papá y la abuela me decían medio en broma que nos iban a echar delicadamente, Bárbara se lamentaba diciendo que habría que buscar otro restaurante y ninguno me envidiaba la suerte. Me armé de valor y me dirigí al interior del restaurante dispuesta a aguantar el chaparrón...."¿dígame? "-susurré al llegar a la barra-. Y entonces, ese chino tan educado me dijo: "Tengo un pequeño obsequio para usted que me gustaría que aceptara, me sentiría muy honrado". Casi me caigo.
Entonces, sacó de un paquete de papel una chaqueta de seda preciosa, granate y rosa palo, y me dijo que me la probara. De mi talla, como a medida. Le dí las gracias, en español y en chino. Me cogió las dos manos y me dijo: "es usted muy buena madre". Volví a darle las gracias y salí del local colorada como un tomate.
No soy ni mejor ni peor madre que las demás. Lo hago lo mejor que puedo y daría la vida por tu hermana y por ti. Pero me encantó aquel detalle y me encantan los chinos, hijo.

4 comentarios:

  1. Pues ahora te vienes a la radio con la chaqueta de seda....y otro día me llevas a mi al restaurante a ver que me dan de mi talla¡¡¡

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  2. Valle; que sepais que desde Extremadura mis hijos y yo nos metemos de vez en cuando en vuestro blog y vemos las imagenes de estos dos hermanos tan especiales y despues yo me empapo de tus palabras porque hablan desde el corazon.
    Con cariño
    Ana&AnaFeng&Jose Dang

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  3. Valle, que si, que eres una madraza y a Victor el rosa fusia le queda fantastico. Claro que luego le vuelves a repetir lo que decias tu en chino y a voz en grito sin saber lo que decias... Como se os echa de menos, besazos y guardarme un poco de arroz para mi regreso.

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  4. Preciosa historia...me ha emocionado...sería una buen guío para comenzar a contar una historia...qué bonito!!!
    pilar, mamá de Celia y Víctor

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